Friday, November 28, 2008

Rosita...

Los niños usualmente exageran las cosas, les gusta competir con sus demás compañeritos de clase. Rosita solo trataba de no sentirse excluida. Mentía sobre un papá que no tenía y sobre una madre que no se preocupaba por ella.

Entre risitas de sus compañeritos de curso, se pasaba el día contando como se iban todos los fines de semana para la villa de su familia en Cap Cana, de cómo su papi le había comprado el ultimo Ipod ultra avanzado, -que nadie conocía, mas que ella misma-; de cómo Colorado ya le aburría para sus practicas de snowboard; de cómo su padrino le había regalado a ella y a sus primitas unas vacaciones completas en Suiza.Nadie sabía que Rosita era becada. A nadie le importada: “si estaba allí era por algo”, -se decían.

En la salida. La procesión de Mercedes, Audis, be-emes-doble-u, y demás carros europeos de pupilas sin proletariado, matizaban su cara con el sol que reflejaban mientras ella tranquila en su esquina de siempre, esperaba que todos se fueran, para huir despacio hasta su casa a varios kilómetros de allí. Por ahí, por la acera que queda detrás del colegio, lejos de miradas, de murmullos, de dedos señalando, de risas de hienas en avanzada de espantos, de celulares con cobertura eterna.

Aquel día, -supe que dijo el portero-, se la vio mientras bajaba por un lado del monte al ver uno de los carros europeos pintados de arrogantes ilusiones, con los posibles ojos de alguna amiguita apuntando. También me cuentan, que dijo que no sabe porque, pero que vio como entraba a una casa, sin ser la de ella, que antes, la vio reír, la vio dudar, la vio fatigada, la vio entrar. El portero dijo que no pudo ir a ver lo que pasaba; que todo aquello le había parecido tan raro; que lo jura por Dios; que el no sabia que allí vivía nadie; que eso mismo le dijo a la policía. Así comiéndose las codos, así con sus ojos bien calmados, así bien despacio.

El padre Azcarate

El padre Azcarate bajo de su bicicleta cuando ya sus rodillas se negaban a continuar con ese circulo vicioso de movimientos en plena calle empinada. Suspiró el oxigeno hecho vapor por el sol, soñando con un invierno en Pamplona. –“Hoy es un día perfecto” dijo en voz baja para si mismo, tratando de llenarse con el optimismo de un Job luego de ser castigado por Dios. -“¿Con este calor?, quizá para los demonios acostumbrados a la lava ardiente del infierno”, replicó una voz burlona encerrada en su cráneo, que hizo que el padre Azcarate mirara hacia todos lados, buscando avergonzado aquello que no sabía bien, si dijo o penso.

Decidido, el padre Azcarate continúo su camino, deteniéndose cada media cuadra para respirar con la boca entreabierta y diciéndose que debía dejar de fumar.

-“Trujillo en la tierra y ei cielo Dio” –grito un jornalero al cruzar por el lado del padre.-“Iros a tomar por culo, tu y Trujillo”, escucho el padre Azcarate que decía nueva vez su vocecilla interna.
Esta vez no prestó mucha atención ni a la vocecilla ni a lo sucedido y se apresuro a continuar su camino, cargando consigo la pequeña maleta que algún día fue negra y hoy se decide por un púrpura y que contiene lo necesario para salvar las almas que están a punto de abandonar el cuerpo y huir de una vez y por todas de esta podredumbre. El padre Azcarate no escuchaba nada al rededor, ni pajaros, ni animales, ni gente, ni nadie cargando cruces o cantando alabanzas o rezando, salvo él mismo, quien durante cada descanso, rezaba por el alma por la que debía ir a abogar.

Andrés, quien ya había cumplido 19 años, y era su monaguillo desde los 14, ahora sucumbía de fiebre y un fuerte golpe que hacía algunas semanas se había dado en la cabeza al tratar de tumbar algunos mangos de la finca de don Luis Manuel Tejeda Castillo.

Al llegar, la pequeña casa pintada de un sucio azul cielo estaba emparedada por dos grandes árboles de aguacates, y se abría al camino de tierra dura por una estrecha y hostil puerta.

Le abrió una señora mulata y robusta de años indiscernibles, con alpargatas y unos pantalones salta-charcos que la hacían lucir como el dibujo equivocado de la caricatura. Se persignó y dijo:– ¡Gracia a Dio ute vino padre!, venga poi aquí, hágame ei favoi.El padre Azcarate sintió la frescura de aquella pequeña casa y casi olvidó el sol embravecido que seguía disgustado con aquella tierra de calles mal tramadas.Ahora estaba de pie en una habitación que solo contaba con una cama y una mesa de patas cojas. En la cama su fiel monaguillo, Andrés, quien se retorcía y desvaríaba de la risa al llanto en cuestión de segundos, y que pasaba de su habitual voz aguda y baja, a una voz estremecedoramente grave y alta... Después, estos arranques fueron decidiendose en murmullos y más tarde llegaron a ser palabras; frases incomprensibles que atravesaban el silencio, la momentánea quietud del sol, que buscaba llegar a las sombras que se habían aproximado.

Tanto el padre Azcarate y la mujer dejaron a flote un silencio ensordecedor y una quietud de gemidos tartamudos, observando aquella escena. De repente, el monaguillo Andrés se decidia a levantar la cabeza, al notar la presencia del padre Azcarate, para al fin arrojar palabras y gritar esa confesión sofocada que antesede a la muerte:

-"Dede lo once año yo me pajeo to lo día, casi siempre brechando a la mujei de Maitin Nuñé o a mi mamá, otra vece pongo a Trinidá, mi primita, a que me pajee, mientra me deja chupaile una teta, y lasotra le meto ei caño ai cirio de la iglesia poi un boquete que le hice".La madre indignada y aterrorizada de la vergüenza se apartó de la pared, dijo no con el código Morse que despedían sus gemidos y avanzó una mano hacia la boca de su hijo, pero el cura la detuvo y le susurró:-"Deja mujer, que hable cuantas mentiras quiera y se desahogue, Dios sabe la verdad de todas las cosas, el juzga y obra".

El padre, el cual en aquel entonces llevaba mas tiempo del que debería todo hombre culto en aquel pueblucho olvidado tal vez quiso enterarse de algo mas para remover el polvo de sus neuronas, dejado por la escasez de radios o televisores de aquel entonces, y le dijo: “Hijo mío, es la vida, Dios escucha tus pecados y esta feliz de que estés arrepentido”.

El monaguillo Andrés volvió a dilatar las pupilas buscando alguna esquina perdida del techo, y volvió a reír y a llorar sin lagrimas ni sentimientos, como si las lagrimas y las risas desubicadas y fuera de control fuese la banda sonora de una película equivocada.

-Padre e que cuando yo ya taba jaito de pajiaime así, hice una teinica que e como pajiaise en ei cielo, y consité con que ute agarra un limon, lo coita poi la mitá, se lo etruja en la cara y se pone a pensai en Trujillo en ei palacio, encuero pero con una semilla en ve de tenei güevo, y depúe ute agarra y para la repiración poi un ratico y como poi aite de magica, aparece un doble suyo de ninguna paite, y cuando ese aparece ute puede cojei y decile que lo pajee ei a ute, y mamaile ei guebo, y meteiselo poi ei culo. Eso no e pajareria no, poique eso e como pajiaise, poique ute se lo ta haciendo a ute mimo, a su doble, que e ute, ¿veida?.

De inmediato, el padre Azcarate asintió con la cabeza, luego de un largo suspiro, y comprendio que aquel muchacho no estaba moribundo sino loco y que aquella pobre mujer, quien creía era su madre, sufría todo aquello como si cada día este muriera una y otra vez.

El padre prefirió pensar equivocarse, y le impuso de tarea algunos padrenuestros y avesmarías. No lo pensó dos veces antes de irse de allí, y retomar su bicicleta que ahora lo esperaba frente a una bajada para, gracias a Dios, -como se habría dicho el padre-, llegar lo mas rápido posible a la iglesia para lavarse el asco que desde esa tarde el entendía lo acompañaria para toda la vida, sin que antes de salir de aquella habitación escuchara gritar al muchacho de nuevo: -“No vemo la semana que viene padre, cuando me te poi voive a morí, que le vua contai que hice con la fuente de la iglesia”.

El padre salio apresurado de la casa, bajo la colina que antes se había propuesto y al llegar a la iglesia recordó, que en aquella iglesia jamás hubo fuente alguna.

A ti mi buen amigo que tienes 15 años...

Sábado en la noche, y estás solo en casa, unicamente te acompañan tus testiculos y el deseo de agarrarte con la amiga de algún amigo, que esta mas buena quer diablo pero tienes miedo a estrallartele. Maldices a los que sí se estan agarrando, esa, o cualquier noche: con las menores que estan en tu curso, las que ni siquiera se dignan a mirarte. Pero espera! Oh gran amigo que tienes 15 años. Estudia o conviértete en alguien poderoso. O ten, aunque sea, un trabajo estable con un sueldo superior a los 20 mil pesos. Las chamaquitas que ahora no te hacen caso, cuando tengan 28 años, te mirarán con deseo, porque a esa edad les aterroriza no tener novio fijo, se conformarán con cualquiera, -da igual que no tengas abdominales-, no soportan que sus amigas se vayan a casar y ellas no: quedarse jamonas les avergüenza sobremanera, quieren tener un hijo con un macho que las cuide, porque la madre naturaleza las tiene programadas de esa manera, del mismo modo que la madre naturaleza tiene programados a los hombres para que sean promiscuos y repartan muchas semillas, porque somos animales y la madre naturaleza cuida de que no nos extingamos. Misión del hombre: preñar mujeres por un tubo. Misión de la mujer: cuidar del producto. No hay mujer más fácil que las de a partir de 30 años y sin novio, rogarán por mamartelo, de pronto, las mujeres te desearán; se creerán cualquier mentira que les digas: verán tu trabajo estable y pensarán que no estás tan mal: que para colmo eres un tipo serio; querrán atraparte. -recuerda que sobre todas las cosas no debes glorificar a ninguna mujer, nunca veas a ninguna mujer como algo superior, pues si lo haces no estaras con ninguna... imaginatelas cagando, esto te ayudara a sentir que son seres comunes y corrientes, que tambien tienen sus ratos asqueroros- y justo ahí, entonces, será el momento de tu venganza: singatelas y luego déjalas solas: así como a ti te han dejado esta noche: sin piedad: por no ser un papishampoo y no tener dinero. Ahora eres tú el que elige: haz feliz a la madre naturaleza, singa como conejo, haz feliz a tu ripio -tu ripio es tu único amigo-: cuando tu ripio se termine, termina tu vida: la olvidarás con Alzheimer.

Recuerdalo, te lo dice uno, que tambien tubo 15 años.